Buscar este blog

martes, 22 de abril de 2008

Cámbiame el casé

Supongo que una de las cosas que más odian las disqueras es que la gente no compre los discos. Cosa que se les ha agudizado con la actual profusión de discos compactos copiados y vendidos en el mercado informal, aunada a la actual facilidad para descargar canciones de la red en formato digital.


Lo cual me recuerda los días en los que obtener música por los caminos verdes era un proceso más laborioso, más artesanal, y con resultados menos predecibles. Eran los días del casette, o Compact Casette (pronunciado "casé", aunque lo elegante solía ser decir "caset").





La experiencia de grabar un casette es pues eso: una experiencia. Se debe primero preparar el asunto, tener una idea bastante precisa de lo que se quiere grabar, y eso requería elaborar una selección de los discos de donde salían las canciones. Tenerlos a mano, y en buen estado, ya que la calidad del sonido en los discos de vinilo depende en extremo del cuidado que reciba.

Yo solía grabar una selección de diversos artistas, dentro del mismo estilo, y algunas pocas veces grababa un LP completo. El problema usual era que las cintas de casette que compraba (y las más fáciles de conseguir) permitían grabar 60 minutos, y un LP típico duraba mucho menos que eso; parecido a lo que pasa con los paquetes de salchichas y los paquetes de pan para perros calientes. La solución típica era rellenar en faltante con música del mismo artista, y si no se podía, con música del mismo estilo.

Pero con todo y eso, pasaba a veces que el casette quedaba con demasiado espacio en blanco para dejarlo sin grabar, y demasiado poco para alojar una canción más. Lo usual era grabar allí una pieza instrumental, e ir bajando el volumen de la grabación (lo que llaman fade out) dos o tres segundos antes del final de la cinta.

El aparte tragicómico era evitar grabar un casette que ya tuviera música. Aunque uno se ocupaba de identificar adecuadamente sus casettes, las grabaciones accidentales eran plenamente posibles... y más posibles eran las grabaciones no tan accidentales, cuando un familiar usaba la cinta que compusiste con tanto esfuerzo para su propios asuntos porque, según, no consiguió otra.

Se recurría a retirar del casette una pestaña que permitía liberar el seguro de grabación, de modo que sin ella, al insertar el casette, no se puede pulsar el botón de grabado.




Los casettes de la foto están grabados, pero el de la izquierda aún tiene la pestaña, por lo que es posible grabar sobre lo que tenga. Aquí se ve la diferencia con mayor detalle:



Claro, en caso de extremas ganas de abusar, siempre se podía taponar el agujerito con una bolita de papel, o colocar cinta adhesiva.

Y el tema del poco tacto nos lleva al método de rebobinado que algunos consideran herético, y otros ven como una forma de ahorrar las baterías del walkman: insertar un bolígrafo en el centro del carrete, y hacer girar el casette enérgicamente.