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miércoles, 18 de mayo de 2005

Tú lo que quieres es chicha

La palabra chicha es sobradamente conocida en el ámbito andino. Define a un tipo de bebida a base de arroz, y en muchos lugares es bebida esprituosa. Pero en Venezuela la chicha es una bebida para todas las edades, que cumple función refrescante y alimenticia. El espeso brebaje de arroz, leche y azúcar, enfriado a base de abundante hielo, hace las delicias de todos, pero resulta temible para las damas que se preocupan por su figura, a causa de su contenido calórico.

Los más puristas preparan la chicha cocinando el arroz hasta formar una masa que luego se mezclará con los otros ingredientes. Otros un poco más modernos confeccionamos la chicha usando harina de arroz, pero existen preparados comerciales especiales para elaborar chicha, y por supuesto la chicha también se puede comprar ya lista, pasteurizada y homogeneizada. Mención aparte merecería el auge de las franquicias para vender chicha en carritos ambulantes, un poco al estilo de los expendedores tradicionales que ha tenido la ciudad en puntos diversos.

Pero dentro del universo de esta bebida existía una marca que se convirtió en ícono de los setentas: la chicha A-1. Era cosa cotidiana bajar a la bodega del Señor Eugenio a gastar 25 céntimos en una botellita tipo refresco (tapada con una chapita y todo), y sorber la sabrosa y tradicional bebida. Pero existía otra marca de chicha que se vendía para la época: la chicha Pancho, que aún se vende hoy día con el nombre de El Chichero. Se expendía en envase de cartón, y era más costosa que la A-1 (Creo recordar que la Pancho tenía más leche en su composición). Afrontémoslo: por lo menos en mi opinión, la chicha del cartón era mejor que la de la botellita; pero incluso en la infancia la economía es implacable, y lo frecuente era comprar A-1.
Es entendible que el recuerdo de la chicha vendida en botella con tapa sellada, alborote la nostalgia de una generación, sobre todo ya que la marca desapareció del mercado.
Lo que hoy día hace llamativa a la A-1 dentro de la gama de productos que uno consumía y que recuerda poco, es la personalidad que tenía. Profundamente diferenciable de los demás lácteos, que se vendían en cartón, y hoy día imposible de conseguir, ciertamente ocupa un lugar destacado dentro de nuestra iconografía.

lunes, 9 de mayo de 2005

Primero y Principal

Hola a todos.
Ser considerado un cronista es una ambición grande. Sólo aquí en Venezuela resuenan nombres como Carlos Eduardo Misle (Caremis), Oscar Yanes, y, grande sin duda, Aquiles Nazoa.
Por eso esto es una croniquita; una crónica pequeña de lo que vivimos en Caracas a finales del siglo pasado. La cotidianidad de un barrio y las cosas que se vivían, tratando de recordar cómo las vi y cómo las viví.
Como inevitablemente habrá referencia a eventos que ya tienen categoría histórica, ocasionalmente me referiré a ellos tratando de ser lo más preciso posible. Será bien recibido cualquier comentario, especialmente los que tengan que ver con errores e imprecisiones históricas. Lo que no puedo es acomodar la historia a su gusto. Ejemplo: Luis Herrera Campins fue Presidente de Venezuela entre 1979 y 1984, aunque exista quien quiera creer otra cosa.
Lo mismo vale para todas las demás áreas polémicas: ciencia, religión. Puedo intercambiar argumentos, no insultos. Los insultos los borro. Sin explicación. Sin paliativos.

Pórtense bien.